Ser
vegetariano
por
Leonora Esquivel Frías
Ponencia
presentada en el Primer Congreso de la Unión Vegetariana Española
(UVE)
9-12 de octubre de 2004 - www.unionvegetariana.org
9-12 de octubre de 2004 - www.unionvegetariana.org
“Una
vez que hemos visto el sufrimiento de los animales,
somos moralmente responsables de aliviarlo y este es un camino que no tiene regreso”
somos moralmente responsables de aliviarlo y este es un camino que no tiene regreso”
Mary
Lou Randor, Animal Grace
Ser
vegetariano es una decisión que se toma una vez, hay quienes optan
por este estilo de vida por razones de salud, otros quienes lo hacen
por ser coherentes con su postura ecologista y otros quienes lo
hacemos por respeto a las vidas de los animales no humanos.
Las
tres razones son igualmente válidas, sin embargo sólo la última es
completamente altruista y desinteresada, es lo que se llama el
vegetarianismo ético. Dejar de comer animales es el primer paso para
dejar también de vestirnos con su piel o de comprar productos
probados en ellos; es una consecuencia lógica de haber reflexionado
sobre las grandes injusticias que se cometen con ellos y de la
decisión de no querer ser parte activa en su maltrato y explotación.
Una
vez hemos reconocido que los animales son seres con capacidad de
sentir placer y dolor y que por lo tanto tienen al menos el interés
de buscar el primero y evitar el segundo, estaremos viviendo el
primer día de nuestra nueva vida
Una
vida donde el sufrimiento animal sea tomado en cuenta. Y que conste
que esto no quiere decir que importe más o menos que el sufrimiento
de los seres humanos, que es lo que siempre se esgrime contra quienes
defendemos los intereses de los animales; el sufrimiento es malo
independientemente de quien lo padezca. Es cierto, en el mundo hay
mucho sufrimiento, tanto que este parece ser parte constitutiva de la
naturaleza. Nos hemos acostumbrado a ver en las noticias gente
muriendo de hambre, por guerras, en actos terroristas, en violencia
doméstica, y nos parece repudiable. Sin embargo, poco o nada vemos
acerca de los animales hacinados en las granjas factoría,
transportados durante horas sin agua ni alimento, arrastrados hasta
el matadero y abiertos en canal estando a veces todavía conscientes.
Estas imágenes no van a llegar al salón de nuestra casa a menos que
nosotros salgamos a buscarlas o que coincidamos con una mesa
informativa de alguna asociación defensora de los animales.
El
vegetarianismo ético no es una mera dieta, es, repito una manera de
vivir coherente con los principios que creemos dignos de ser
defendidos: justicia, respeto, solidaridad.
El
término vegetarianismo ético puede retumbar como si
fuera una doctrina o una práctica inaccesible para el común de los
mortales. En general no hago esa distinción, pero creo que en este
contexto vale la pena hacerla pues a diferencia de un vegetariano
por razones de salud, quienes lo somos por rechazo a la utilización
de animales, abogamos en todo momento por un cambio hacia este estilo
de vida.
Nunca
otra causa exigió una modificación tan radical en nuestra manera de
vivir: cambiar algo tan arraigado como nuestros hábitos alimenticios
no es fácil, pero más difícil quizá es enfrentarse a una sociedad
que no está preparada para el vegetarianismo. Burlas, rechazo,
indiferencia y hasta desprecio son las más comunes de las actitudes
a las que estamos expuestos una vez decidimos dejar de consumir
productos de origen animal y esto se debe en gran medida a la
ignorancia que existe en relación al tema del vegetarianismo y su
conexión directa con los derechos de los animales.
Es
curioso que cuando comentamos que nos dedicamos a la defensa de los
animales, la gente se sorprenda de que también seamos
vegetarianos. Esta distinción entre “animales para convivir” y
“animales para comer”es algo que tenemos que ir eliminando, esa
línea arbitraria ocasiona que no sintamos culpa alguna de comer un
pollo pero sí nos horroricemos del consumo de perros y gatos en
países asiáticos, por ejemplo, que firmemos contra las corridas de
toros, pero que no reparemos en comer un trozo de vaca, o que creamos
que la defensa de los animales se limita a encontrar un buen hogar
para perros y gatos. De la misma manera creo que los vegetarianos que
consumen lácteos y huevos han de dar un paso más y contemplar el
veganismo como una opción ética y saludable. Los derivados de los
animales también les ocasionan explotación y muerte.
La
meta principal de todo activista por los DDA es hacer más
vegetarianos, pues el vegetarianismo es la forma más eficaz de
oponerse a la crueldad hacia los animales. Tengamos presente que al
año se matan en el mundo 50 mil millones de animales sólo para
consumo humano. Según PETA (Personas por la Ética en un Trato hacia
los Animales), un vegetariano salva en promedio 95 animales al año.
95 seres sintientes que no nacerán para ser torturados y matados.
Nuestros
argumentos son irrefutables, la teoría y la práctica están de
nuestra parte, pero somos concientes de que la decisión final es
personal, que la gente puede concedernos toda la razón y seguir
comiendo animales “porque están muy sabrosos”. Como dijo
Sócrates “Veo el bien y lo apruebo, pero hago el mal”. Para la
mayoría de los seres humanos nunca ha sido un problema vivir en
contradicciones morales. Podemos por un lado rechazar la violencia y
por otro ejercerla indirectamente sobre los no humanos al utilizarlos
como recursos, podemos reconocer que infligir dolor es malo y
causarlo.
La
mayoría de quienes comen animales se confiesa incapaz de poder matar
su comida con sus propias manos, no obstante, da dinero para que otra
persona lo haga. Esto es para mí una cuestión de elemental
integridad moral, pero por lo visto no todo el mundo hace una
reflexión de este nivel.
Quienes
abogamos por los derechos de los animales intentamos hacer que la
gente piense en algo que quizá no había pasado por su cabeza. Hemos
de abrir tanto su mente como su corazón, porque no hay nada más
compasivo y justo que una dieta vegetariana. Si nos importa el hambre
en el tercer mundo, si nos importa el desperdicio de recursos
naturales, la contaminación de mares y ríos, si nos oponemos a las
guerras por petróleo, entonces es hora de cambiar a un estilo de
vida vegetariano.
No hay
pretextos para no poder ayudar a los animales. Si no tenemos tiempo
para colaborar en una asociación, ni dinero para hacer donaciones, o
nos sentimos incapaces de asistir a una manifestación, hay algo que
sí podemos hacer que no nos requiere esfuerzo físico: ser
vegetariano. Algo tan sencillo como optar por la vida o la muerte de
un animal a la hora de sentarnos a la mesa.
Pero
ser vegetariano no es suficiente, no podemos responder escuetamente
ante la típica pregunta de por qué comemos cómo lo hacemos. Ser
vegetariano no es una elección personal en el sentido de que yo haya
elegido esta alimentación como pude haber elegido comprar una
camiseta roja en lugar de azul. No puedo respetar el hecho de que
alguien coma animales porque es su decisión, como no respetaría el
que alguien le pegara a un niño sólo porque es su hijo. Aunque
evidentemente, la decisión se toma a nivel individual, no estamos
hablando de una simple preferencia gastronómica. Aquí hay en juego
valores y compromisos.
Es
común que la curiosidad de nuestro interlocutor se despierte cuando
estamos comiendo, pero quizá ese no sea el mejor momento para
exponer nuestras razones, pues seguramente los comensales se
encontrarán ya frente a su trozo de animal cocinado y su actitud
puede ser defensiva, pero una respuesta como “soy vegetariano
porque ningún animal merece morir para que yo viva” es la puerta
de entrada a una conversación que se puede tener en la sobre mesa.
Cuando señalando productos de origen animal nos dicen “tú no
puedes comer esto”, hemos de responder “no es que no pueda
es que no quiero”.
Hay
quienes evitan hablar del maltrato hacia los animales, quienes creen
que no tiene sentido reclamar o hacer ver una conducta moralmente
incorrecta, pues hay tantas que nunca acabaríamos. Sin embargo,
pensemos qué es lo peor que nos puede pasar si levantamos nuestra
voz por los animales. ¿Que nos ignoren, que nos insulten, que se
rían, que nos llamen exagerados? Pues eso no es nada en comparación
con lo peor que les sucede a los animales si no decimos nada: su
sufrimiento en granjas factorías, en los laboratorios, en las
granjas peleteras, etc.
Dejar
de comer productos de origen animal es fundamental para mostrar
respeto hacia los animales, pero necesitamos hablar también de
porqué hemos optado por oponernos a esta explotación.
Los
países de habla hispana vamos bastante retrasados en materia de DDA
y vegetarianismo, fuera de las grandes ciudades es difícil conseguir
leche de soja, tofu, seitán o tempeh, aunado a esto existe todavía
la creencia de que los vegetarianos no comemos carne, pero comemos
pescado e incluso pollo. De nosotros depende que estos malentendidos
vayan aclarándose y si nosotros solicitamos por escrito a los
supermercados o restaurantes que existan opciones vegetarianas,
entonces seremos un grupo de consumidores al que habrá que
satisfacer. Mi experiencia personal como vegetariana mexicana es que
aunque aquí podamos comprar comida en cualquier herboristería, la
gente sigue siendo hostil a la idea de no comer animales. En
Latinoamérica, en cambio, la idea de los DDA es tan nueva que el
público la recibe con mayor interés y parece reconocer que no es
tan descabellada como algunos quieren hacerla ver. La gran cantidad
de frutas y verduras hace que no tengamos que depender tanto de las
alternativas a la carne, pero aún queda por convencer a una
población en extrema pobreza que ser vegetariano no es un lujo ni
privilegio de una clase social acomodada que puede preocuparse por su
salud y la de los animales.
La
información oficial tampoco está de nuestra parte. Los mismos
médicos, la publicidad, los productos del mercado nos sugieren
consumir carne y productos de origen animal. Si logramos que salga
una nueva pirámide alimenticia veremos que se reduce la ingesta de
“carnes rojas”, pero se potencia el pescado y los lácteos.
Pensemos en el gran mito de la leche, nunca mejor desmentido que en
Leche que no has de beber de David Román. Somos nosotros
quienes tenemos que buscar información fidedigna para ofrecer a los
demás. Si por ética no hemos de consumir productos animales, por
salud tampoco.
Como
activista por los DDA cada vez que pongo una mesa informativa, asisto
a un acto o manifestación, realizo una entrevista o tengo la
oportunidad de habar con alguien, repaso uno a uno los argumentos que
existen a favor del vegetarianismo y me dan ganas de hacerme
vegetariana por segunda vez, porque estoy orgullosa de formar parte
de ese colectivo que se dio cuenta de que las vidas de los animales
no humanos han de ser respetadas, y no encuentro nada más natural y
coherente.